Celebración de la Eucaristía de inicio de la Misión Diocesana


El mandato de Cristo resucitado, “id a todo el mundo y predicar el Evangelio” resonaba en los corazones y el ánimo de más de 2000 fieles, llegados de toda la diócesis, que abarrotaban la Catedral de Baeza para asistir a la Eucaristía de inicio de la Misión Diocesana, en la fiesta del Bautismo del Señor, muchos acompañados de sus párrocos. 
Querían estar presentes en ese envío misionero, enmarcado en el año de la Evangelización y que pretende convertir a cada parroquia en una misión y a cada cristiano en un misionero.

Casi un centenar de sacerdotes estuvieron presentes en la celebración eucarística, presidida por el Obispo.

El presbiterio estaba presidido por un crucifijo de madera:  la cruz de la misión que será su símbolo. 
Antes de la proclamación del Evangelio, Monseñor Rodriguez Magro, impulsor de este año misionero, envió al pueblo fiel a proclamarlo “ad gentes” con estas palabras: “Queridos hijos: el Evangelio que se proclama en esta casa de Dios, anunciadlo de palabra y de obra en todos los rincones de nuestra diócesis para que les sea revelado el misterio de Cristo y de la Iglesia”. 
Posteriormente, en su homilía, D. Amadeo, quiso precisar en sus palabras el sentido verdadero que hay en esta Misión diocesana. “La fe es un vínculo con Jesús que involucra a toda la persona; y sobre todo la fe abre a la misión que Cristo confía. Ser misionero no es un adorno ni una condecoración; ser misionero está en el corazón mismo de la fe de cada bautizado. Pero, para sentirnos así, cada uno de nosotros tenemos que entrar en el camino del Evangelio que lo renueva todo, lo recalifica todo, lo reestructura todo”.
Además, quiso quitar todo temor y miedo ante un posible fracaso o una falta de capacidad de los diocesanos ante el reto de anunciar el Evangelio. Y lo hizo con palabras de ánimo y esperanza ante una realidad que estará siempre guiada por el Espíritu Santo: “nunca pienses que no tenemos nada que aportar y que no le hacemos falta a nadie; cada uno ha de pensar en su corazón: yo le hago falta a mucha gente. Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene”. En este sentido alejó cualquier duda diciendo: “Tenemos derecho a dudar, de si seremos dignos, de si tenemos las capacidades suficientes… pero nunca esas dudas y dificultades son lo suficientemente fuertes como para que os dejéis llevar por la impresión de incapacidad o para echarnos atrás. No olvidéis de que es el Señor quien nos hace idóneos para la misión”.
El Señor Obispo finalizó evocando a María, Virgen de la Cabeza, “para que ella nos lleve al sueño misionero de llegar a todos”.

Al finalizar la homilía, el Obispo realizó el rito de envío a los sacerdotes presentes, que serán, a su vez, los encargados de enviar a los fieles de cada parroquia a llevar la Buen Nueva a todos.
Después de la Comunión, tuvo lugar otro de los momentos importantes de esta celebración: Las 4 cruces, portadas por un grupo de fieles, fueron depositadas a los pies del presbiterio, y “ bendecidas por Monseñor Rodriguez Magro y “enviadas cada una de ellas, a los 4 puntos cardinales  de la diócesis. A continuación, también bendijo unos crucifijos que fueron impuestos a los presbíteros. 

Antes de la bendición apostólica que impartió el Obispo diocesano, todos los asistentes rezaron a la vez la oración de la Misión.
Este lunes las cruces irán pasando por todos y cada uno de los cien templos que hay en la Diócesis. Con su llegada a las parroquias comienza un tiempo de preparación y anuncio que se extenderá a lo largo de este año y que concluirá en una multitudinaria “Fiesta de la Fe” el día 26 de octubre, en Jaén.
(Fuente: Diócesis de Jaén)